Testimonio de Lucía, mamá de una alumna del E. I. Conde de Elda

Artículo extraído de la web “nortea.org”

Aún recuerdo mi primera visita a la Escuela Conde de Elda

Fue en un momento muy difícil para nosotros, sabiendo que a Elena le pasaba algo pero sin saber exactamente qué era.

Fuimos recomendados por el equipo de atención temprana quienes, acertadamente, nos dijeron que era el mejor centro al que podíamos llevar a nuestra hija.

Antes de ir, ya habíamos visitado el resto de escuelas infantiles de nuestro distrito y lo que habíamos visto no nos había gustado nada (escuelas muy antiguas, pocos o nulos apoyos…).

La primera imagen que vi fue esta, nada más entrar, un gran cartel con ilustraciones sobre el cuento “Por cuatro esquinitas de nada” de Jérôme Ruillier (Editorial Juventud). Claro ejemplo, por lo que he vivido después, de lo que se vive en esta escuela… INCLUSIÓN.

Mientras esperaba para hablar con Encarna, la directora de la escuela, estuve hablando con una mujer que me dijo que no me preocupara, que había ido al mejor lugar posible, que eran una familia y que los niños “especiales” eran uno más, integrados a la perfección. Que en la clase de su nieto había un niño con Síndrome de Down que era adorable y que estaban todos encantados de que estuviera allí, tanto los niños como sus padres y profesores.

Por fin vino Encarna y recuerdo sus primeras palabras: “Somos una escuela inclusiva”.

Esto, junto con las palabras de la mujer que me encontré, reconozco que me dieron una paz que necesitaba en aquel momento tanto o más que respirar. Es cierto, es una escuela inclusiva a todos los niveles. Hay alumnos de muchas nacionalidades, culturas, religiones, con distintas necesidades especiales, pero todos son iguales.

Visitamos la escuela, ¡Qué grande es! pensé, varios pisos con aulas e instalaciones estupendas. Encarna me explicó que estaban adaptados para niños con dificultades motoras (tenían rampas además de escaleras), para niños con trastornos del desarrollo con pictogramas en cada rincón de la escuela (entrada, zona de conserjes, clases, comedor…), con doble barandilla en las escaleras para que los más pequeños también aprendieran a subir solos…

En aquel momento supe que allí es donde quería escolarizar a Elena, lo tuve muy claro y así fue, tal y como nos garantizó Encarna, obtuvimos la plaza.

Antes de comenzar el curso fuimos varias veces más a ver la escuela: para llevar papeles, para reunirnos con el psicólogo y la PT que iba a tener Elena… Se veía que estaban preparados y acostumbrados a padres novatos como nosotros.

Pasó el verano y comenzó el curso escolar en la modalidad ordinaria con apoyo. Conocimos a Susana, la profesora de Elena. La que iba a ser su profesora estaba de baja, así que ella fue la encargada de recibir a Elena. Qué suerte tuvimos!! Con ella y con Montse, la profe de apoyo. Aunque tuvieran poca experiencia con niños como Elena, pusieron todo su empeño y corazón, se informaron y se fueron adaptando a nuestra hija. Como bien me dijo Susana en las notas finales de ese curso, aprendieron la una de la otra muchísimo y hasta fundaron el club (no oficial) de flamenco de la escuela. Ja ja ja, como le gustaba a Elena que Susana le tocara las palmas!!! Elena las quería, y las quiere, a las dos un montón, que aún las ve a ellas y sus fotos y les tira unos besos de escándalo.

Patricia fue su PT ese curso y consiguió muchas cosas, entre otras su primera palabra inteligible: Rojo. Aunque Elena se hacía la remolona en clase de psicomotricidad porque no quería pasar por el tubo, le encantaba ir con ella a trabajar.

Ese curso Elena descubrió a su primer amor en las escaleras de la escuela, Alberto, el PT del Aula TEA. Fue un auténtico flechazo, os lo prometo, no nos podíamos ir a casa sin despedirnos de él y cada vez que le veía, se le iluminaba la cara a mi hija. Era nombrarle y… se ruborizaba!!! Jajajaja. Aquí podéis ver la viva imagen de la felicidad.

A lo largo de todo el curso realizaron actividades con los niños, con todos a la vez, navidad, carnaval… y la semana de la inclusión (Premio NorTEA 2017 a la mejor práctica educativa inclusiva) en la que pudimos participar todos y cada uno de nosotros (padres, alumnos, personal del centro…) y que fue una experiencia maravillosa donde todos pudimos disfrutar y donde los niños aprendieron muchísimo de sus compañeros con necesidades especiales.

Gracias al esfuerzo e implicación personal de Encarna, al abrir un segundo aula TEA en la escuela, Elena ha podido continuar este curso allí en esa modalidad. Y, a pesar de que no me lo quiso confirmar antes de septiembre, con “su” Alberto en el aula TEA.

Lo que Erika y Alberto han conseguido con ella estos meses ha sido increíble y nosotros seguimos felices, contentos y tranquilos porque nuestra hija va feliz y muchos días no se quiere ni venir a casa. Les he visto anticipar el carnaval disfrazándose toda la semana anterior y pintándose la cara, les he visto trabajar la socialización de Elena en el patio con otros niños y una rutina de juegos, les he visto trabajar con Elena en su clase y con Mª Luz, su tutora del aula de referencia que quiere un montón a Elena.


Los que me conocéis sabéis que estoy encantada con formar parte de la familia Conde de Elda, porque sí, allí somos una gran familia. Me habréis oído decir que allí todo el personal, desde limpieza, mantenimiento, los conserjes, administración, etc TODOS adoran a los niños, les quieren mucho y saben adaptarse a todos y cada uno de ellos. Me encanta ver como Carlos el conserje se sabe el nombre de todos o casi todos los niños, igual que Encarna y Loli, sobre todo ver como Elena se despide de ellos con besos cada día.

Especialmente emocionante es saber que Elena en el patio no está sola, que hay niños, como Samuel, que juegan con ella, que la ayudan y hasta la protegen y que son los propios niños los que quieren hacerlo, no es obligado. Cuando desde pequeños se les educa en la diversidad y en la inclusión, hace que algo tan bonito como esto les salga natural y todos ellos disfruten y lo aprendan para el futuro.

Elena es la única niña con TEA de la escuela, el resto son niños y ella, como dice Encarna es la princesa. Ella se siente así, lo sabe y se aprovecha (jajaja) que no deja de ser una niña de 3 años. Elena es una más en su clase y ojalá eso lo siga teniendo en los demás centros educativos a los que asista.

No me extraña que luzcan orgullosos los premios que han ganado, incluido el de Nortea, porque de verdad se los merecen.

Para que veáis que de verdad son una escuela inclusiva y adaptada a niños TEA, os dejo algunas imágenes.

Nunca podremos dejar de estar agradecidos de habernos encontrado con la Escuela Infantil Conde de Elda y con todos los que allí trabajan. Tanto Elena como nosotros somos muy felices de que acuda allí cada día.

GRACIAS!!!!

Lucía

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